Creí que la guerra tenía un final,
que a partir de un día certero
la niña que hay en mí
podría volver a jugar,
que la mujer que crece en mí
volvería a escribir limpiamente.
Pero no,
no hay tregua,
no hay bandera blanca
no hay rendición
no hay triunfo.
La vida sigue,
te desafía
con resquicios de metralla en el alma.
Pasen y vean a la mujer-soldado
pasen y vean
el escondite de hojalata
donde se ha refugiado.
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